11.9.16

Apéndice 4º – Voluntarios chilenos en la Guerra del Chaco (1932/1935)

Los beligerantes en el tercer periodo de guerra

Este período se reinició el 10 de diciembre de 1933, después de la derrota boliviana de Campo Vía, y más concretamente, después de un armisticio propuesto por Paraguay (según el criterio del Grl boliviano Juan Lechín Suárez y que corresponde a la 2da Fase de la Segunda Campaña, según la opinión del Cnl paraguayo Pablo E. Tufari Recalde).

Bolivia, con un nuevo Comandante en Jefe del Ejército en Campaña en la persona del Grl Enrique Peñaranda, formó un 3er Ejército, con la creación de nuevas unidades y la supresión de otras. Si bien, desde el comienzo del conflicto hubo interés de parte de numerosos ciudadanos chilenos, de incorporarse a las fuerzas beligerantes, ya sea como miembros de la tropa, suboficiales y oficiales, ello se materializó, en términos significativos, en contrataciones en grados de la oficialidad, solo en el EB, y a partir de abril de 1934.

¿Por qué esta incorporación tardía?: “porque las autoridades militares bolivianas no lo consideraron necesario, aunque siempre opinaron positivamente de la preparación de los militares chilenos”. Lo anterior cambió en el transcurso del segundo semestre de 1933, por la escasez de oficiales que había producido las bajas en el EB. En efecto, Augusto Céspedes, voluntario, cronista e historiador de la contienda chaqueña, nos da a conocer que ya antes de la batalla de Campo Vía había escasez de oficiales de línea, lo cual determinó la creación de un curso rápido en Pozo Negro primero, y uno en el Condado después. Sobre este último, instalado en abril de 1934, nos dice que se organizó "con la selección de los 200 mejores clases y soldados del 1° y 2° Cuerpo del Ejército". 
Cnl Aquiles Vergara Vicuña, uno de los 105 chilenos que, a nivel de Oficiales, participó en el Ejército de Bolivia en la Guerra del Chaco (Fuente: Wikipedia)

Motivaciones y perfil de los voluntarios chilenos
Desde 1932 hay presencia de voluntarios chilenos en la guerra del Chaco, sin ser significativa desde el punto de vista numérico, a nivel de oficiales, en ese año y en 1933. En efecto, los primeros chilenos que se incorporan con dichos grados, en el año de inicio del conflicto, son muy contados y lo hacen mayoritariamente por Paraguay, tal es el caso de Gonzalo Montt Rivas, Juan Durán Acosta, y Arístides del Solar Morel.
Respecto de Bolivia hay una participación más significativa sólo a partir de mayo de 1934, pues desde ese mes se produce la incorporación paulatina de 97, de un total de 105.


Motivaciones; para poder introducirnos en las motivaciones que llevaron a un conjunto significativo de chilenos a incorporarse a la contienda del Chaco al EB y, en menor cantidad, en las FFAA de Paraguay, hay que tener en cuenta que, en cada caso hay una multiplicidad de factores, que están estrechamente relacionados con los contextos nacionales de Bolivia, Chile y Paraguay.
En primer lugar, corresponde dejar en claro que la mayoría de los que se van a incorporar con grados de oficiales, en las FFAA de los países directamente involucrados en la contienda chaqueña habían pertenecido a las FFAA y a los Carabineros de Chile, solo unos pocos no tenían más experiencia castrense que la obtenida en el servicio militar. Sin lugar a dudas, un factor importante fue la necesidad de hacer frente a la supervivencia no solo personal, sino también de un grupo familiar, pues ya en 1934 había varios casados y con hijos. En efecto, la gran mayoría de los futuros combatientes se encontraba cesante, producto de haber perdido su puesto en las FFAA de Chile, la mayor parte de los casos, por razones políticas.

Es la situación que debieron enfrentar los uniformados “ibañistas”, “grovistas", partidarios de la República Socialista, “merinistas” y “davilistas", que entre 1931 y 1933 salieron contra su voluntad de las filas de las instituciones armadas y de Carabineros, como aquellos, que a partir del 2do gobierno de Arturo Alessandri Palma (1932-1938), vieron en la creación de las Milicias Republicanas la manera de arrinconar a las FFAA que no intervinieran en asuntos políticos, pero que bajo la argumentación de defensa del orden constitucional, se pretendía, por parte de algunos, la defensa de los intereses de la oligarquía y como no estaban de acuerdo con la existencia de fuerzas armadas paralelas e inconstitucionales, prefirieron pedir su retiro.


Voluntarios chilenos que intervinieron en el conflicto del Chaco (Fuente: Wikipedia)

A lo anterior, hay que agregar que el contrato que se les ofrecía representaba un atractivo poderoso, en circunstancias que se vivía en un período marcado por la gran depresión de 1929, que había afectado a todos los países del continente.
Otro factor, que influyó poderosamente, fue la necesidad de sentirse útiles, en circunstancias que los voluntarios de mayor edad no superaban, en 1934, los 42 años. Además, está presente, como un factor adicional, el afán de aventura, tan propio de la juventud, del cual dieron testimonio algunos que después del conflicto participaron en las Brigadas Internacionales, en las filas republicanas, durante la guerra civil española.
También, hay que agregar, el afán por contribuir a una causa que se consideraba justa, que incluso llega a primar sobre razones económicas, como es el caso de Gonzalo Montt Rivas y de Aquiles Vergara Vicuña quienes se incorporaron a los ejércitos de Paraguay y Bolivia, teniendo una importante carrera diplomática, y una excelente situación económica, respectivamente. Por último, habría que añadir, que para algunos primaron las razones afectivas, ya sea para recuperarse de una decepción amorosa, o para iniciar una nueva vida de pareja lejos de la crítica de familiares, amigos y conocidos.

Perfil de los voluntarios (trayectoria): en el caso de Paraguay el más conocido de los combatientes fue Gonzalo Montt Rivas, diplomático de carrera y Mayor en la Reserva del Ejército de Chile, y, en diversas oportunidades, se había desempeñado como representante de Chile en Asunción. Respecto de los otros oficiales Juan Durán Acosta había pertenecido al Ejército, alcanzando el grado de capitán, y posteriormente había ascendido por la vía de la reserva a mayor y Arístides del Solar Morel había pertenecido a la Armada, alcanzando el grado de capitán de navío.
En el caso de Bolivia, la gran mayoría de los combatientes había pertenecido al Ejército, y solo algunos habían formado parte de las otras ramas de las FFAA y Carabineros, salvo unos pocos civiles como Arturo Benavides Bruce y Mario Oyarzún Day y tres habían alcanzado el grado de Tenientes Coroneles, uno el de Comandante de Escuadrilla, otro el de Capitán de Bandada, varios el de Mayores, varios el de Capitanes, algunos el de Tenientes 1° y Tenientes 2°, varios el de Subtenientes, 1 el de Alférez de Aviación, 1 el de Guardiamarina de 2a Clase y el resto, conformado por ex Cadetes, Suboficiales y ciudadanos que solo habían hecho el servicio militar, o que tenían ánimo y supuestas buenas condiciones físicas para combatir en el Chaco y había entre ellos, integrantes de todas las armas; oficiales de Infantería, Caballería, Artillería, Zapadores, en unidades ferroviarias y en Administración. Los que habían estado en la Fuerza Aérea uno de ellos había pertenecido a la rama terrestre en el Escalafón de Guerra. También hay que destacar que, de los Oficiales Superiores (Tenientes Coroneles, Comandante de Escuadrilla, Capitán de Bandada y Mayores, 2 se habían graduado de Oficiales de Estado Mayor y 2 habían realizado estudios militares en el extranjero). Además, algunos de ellos, al momento de su contratación, estaban casados y tenían hijos. En cuanto a las edades de los voluntarios fluctuaban entre los 19 y los 42 años, siendo uno de los menores Guillermo von Bischoffhassen Vidaurre quien no había cumplido los 20 años al momento de su contratación, pues había nacido el 8 de octubre de 1914, y que uno de los de mayor edad, sería Luis Figueroa Yáñez, nacido el 3 de abril de 1892.

Las contrataciones 
- Por Bolivia: según el testimonio de Raúl Galleguillos Molina, integrante del primer grupo de chilenos contratados por Bolivia en 1934, el proceso se inició en los primeros días de febrero de ese año, oportunidad en la cual el Cap (R) Luis Benavides Domínguez y el Tte (R) Emigidio Lobos Ortíz, que habían pertenecido al Ejército de Chile, se presentaron en las oficinas de la Legación de Bolivia en Santiago, con el propósito de enrolarse en el EB. Allí fueron atendidos por el Secretario de la Legación Enrique Baldivieso y por el Tcnl Miguel Candia, quien se comprometió a transmitir el ofrecimiento a las autoridades bolivianas al regresar a su país, en el transcurso del mes de marzo. Hacia fines de abril el Tte Lobos recibió un cable de aceptación de sus servicios, los que se concretaron con la llegada a Santiago del My (R) Eduardo Rivas del EB, que había estudiado en Chile, quien procedió a hacer las contrataciones. Es así como se pudo conformar un primer grupo de 18 voluntarios de los 95 que llegó a contratar el My Rivas y que partieron el 11 de mayo desde Valparaíso, en el vapor Palena, con destino Arica, donde tomaron el tren internacional, que les permitió llegar a La Paz el día 17. En 1934 se hizo en tres grupos que arribaron en el transcurso de los meses de mayo y junio, los que en conjunto abarcaron a la mayoría, posteriormente lo harían algunos hasta completar, a comienzos de 1935, la cantidad de 96 de un total de 105, que se incorporaron con el grado de oficiales en el transcurso de toda la contienda.
Después de unos días de estadía en La Paz, donde fuera de aclimatarse, adecuarse a la altura, iniciar amistades, conseguir una madrina de guerra, y recibir una serie de homenajes, se dirigieron al escenario del conflicto, ya sea en grupo o en forma individual, hicieron el viaje en el tren internacional desde La Paz, pasando por Oruro, Uyuni y Potosí, llegando hasta Villazón en la frontera con Argentina. Luego, en camiones, se encaminaron hacia Tarija, Entre Ríos y Villa Montes y desde allí se dirigieron hasta Ballivián, sede del Comando, donde fueron recibidos y agasajados por el Grl Enrique Peñaranda, Comandante en Jefe del Ejército en Campaña y luego, se dirigieron a sus destinos.
Solo unos pocos lo hicieron por su cuenta, como fue el caso de Aquiles Vergara Vicuña, debido a que su incorporación se hizo a través del Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Bolivia en Chile el Dr. Plácido Sánchez.

- Por Paraguay: los voluntarios con grados de oficiales se incorporaron en forma individual. Así, por ejemplo Arístides del Solar Morel, fue contratado por la Armada paraguaya para desempeñarse como Instructor, tarea que realizó hasta 1933. Gonzalo Montt Rivas, fue incorporado en septiembre de 1932, como Mayor Honoris Causa, ascendiendo, en noviembre de 1933, al grado de Teniente Coronel, desempeñándose en el frente hasta diciembre de 1933, oportunidad en la que renunció, como acto de solidaridad por la separación del cargo de Comandante del Cuerpo, que afectó a su amigo el Cnl Luis Irrazaval, por decisión del Grl Félix Estigarribia, Comandante del Ejército en Campaña y Juan Durán Acosta que se incorpora a comienzos de 1933 con el grado de Mayor.


Destinos y desempeño de los voluntarios

- Los destinos de los chilenos en las FFAA de Paraguay: el Ejército se encontraba organizado en Cuerpos, Destacamentos, Divisiones y Regimientos los que fueron variando, en número, en el transcurso de la contienda) se hicieron considerando, en la generalidad de los casos, la rama de las FFAA y del Orden a la que habían pertenecido en el Ejército de Chile, como su arma de origen, formación y experiencia.
En el caso de Gonzalo Montt Rivas su destino fue la 5ta DI, la cual formaba parte del 3er CE, donde se desempeñó como Comandante del Batallón de Rifleros. En cuanto a Juan Durán Acosta fue Comandante de un Regimiento y Arístides del Solar, le correspondió como Instructor de la Armada.



- En el Ejército de Bolivia, los chilenos fueron destinados (según el My chileno Pablo Barrientos): “hablar de FFAA de Bolivia, durante la contienda, es hablar del Ejército, el cual tiene diferentes armas, entre ellas la Fuerza Aérea. Los destinos en el Ejército de Bolivia se hicieron considerando, en la generalidad de los casos, los mismos criterios a los cuales se hizo referencia en relación con Paraguay. Es así, por ejemplo, a los que provenían de la Fuerza Aérea de Chile, o tenían alguna experiencia en aviación, se les destinó a las Fuerza Aérea del Ejército.
En el caso de los que en el Ejército habían pertenecido al arma de artilleros se les destinó en Bolivia a dicha arma, lo mismo los que habían sido zapadores, como los que habían sido administrativos, o cumplían funciones especiales.
Por otra parte, hay que agregar que a todos los que habían pertenecido al arma de Infantería o de Caballería se les destinó, indistintamente, a Regimientos de dichas armas, como también a los que provenían de otras ramas de las FFAA y de Orden.
Por último, hay que tener presente que los destinos no fueron en todos los casos permanentes ya que varios tuvieron cambios, no solo de armas, sino de unidades, en virtud de las necesidades del servicio y el desempeño, como sucedió, entre otros, con algunos de los que, inicialmente, estuvieron en la Aviación. Además, están los casos de aquellos que, en el transcurso de la guerra, recibieron cambios en responsabilidades de mando”.

Los primeros destinos de algunos de los oficiales chilenos, sobre la base de las Ordenes Generales de los años 1934 y 1935, fueron 16 a la FAB, pero solo permanecieron en esta arma 2 de ellos. Dentro de los que alcanzaron mayores responsabilidades cabe destacar a los tenientes coroneles Ignacio Aliaga González, Ricardo Contreras Macaya, Alfredo Emilio Espinoza Morales, Julio Labbé Jaramillo y Aquiles Vergara Vicuña, los mayores Pablo Barrientos Gutiérrez, Aníbal Cavada de la Fuente, Juan del Villar Araya, Luis Figueroa Gómez, Daniel Fuenzalida Mayol y Manuel Irrazaval Benavente y los capitanes Humberto Berndt Vivanco, Humberto Garrido Ostornol (ascendido luego a mayor) y Emigdio Lobos Ortíz. El Tcnl Ignacio Aliaga González, incorporado según OG Nº 1-35 del 1 de enero de 1935, fue destinado a la fuerza aérea.


Voluntarios chilenos en una posición boliviana (Fuente: Wikipedia)

El Tcnl Ricardo Contreras Macaya, contratado el 1 de noviembre de 1934, como Asesor del Comando en Jefe, fue nombrado JEM de la 3ra DI el 25 de enero de 1935, y luego, el 30 de ese mismo mes, nombrado, con el mismo cargo en la 2da DC. Más tarde, el 1 de junio, fue nombrado JEM del 3er CE, la más alta de las responsabilidades asumida por un chileno en la contienda del Chaco.
El Tcnl Alfredo Emilio Espinoza Morales, incorporado por OG N.º 1-35 del 1 de enero de 1935, destinado, primero, al Comando del 2do CE; más tarde formó parte del Comando del Cuerpo de Caballería, y luego fue nombrado Jefe de la Sección de Operaciones del Comando del Sector Central, y formó parte de la comitiva del Grl Oscar Moscoso, JEM del Ejército del Sur
El Tcnl Labbé Jaramillo, incorporado según OG N° 1-35 del 1 de enero de 1935, destinado al EM del Sector Sud, y luego, como Jefe de Sección del Comando del 1er CE.
El Tcnl Aquiles Vergara Vicuña, incorporado en octubre de 1934, se le nombró Comandante de Artillería del 1er CE, para luego ocupar el cargo de Subinspector de la Inspección de Artillería. Sin embargo, a los pocos días fue nombrado Comandante de Artillería de la 4ta Div, para más tarde pasar a convertirse en Jefe de Operaciones del 2do CE.
El My Pablo Barrientos Gutiérrez, contratado el 14 de agosto de 1934 fue destinado, primeramente, como Jefe de Batallón en el RI 3 "Pérez" y luego, como Comandante del RC 20 "Cochabamba" para, posteriormente, ser destinado como Jefe de Operaciones del Comando de la 2do DC y más adelante, llegar a desempeñar el cargo de Jefe de Operaciones del Comando del 2do CE y por último, el de JEM del Cuerpo de Caballería.
El My Aníbal Cavada de la Fuente, incorporado según OG N° 6-35 del 12 de abril de 1935, puesto a disposición del EM Auxiliar, como Jefe de la Oficina de Reclutamiento.
El My Juan del Villar Araya, incorporado inicialmente, por error, como capitán según OG N° 4-35 del 6 de febrero de 1935, destinado a las Fuerzas Aéreas del Ejército, se le encomienda la Dirección de la Escuela de Aviación.
El My Luis Figueroa Gómez, incorporado según OG N° 5, de 5 de julio de 1934, aunque su contrato provisorio lo firmó el 27 de abril, fue destinado como Comandante de Grupo de Artillería del Destacamento de Sta Fé.
El My Daniel Fuenzalida Mayol, incorporado según OG N° 52-34 del 20 de septiembre de 1934, destinado al Comando de la 8va Div, y más tarde, fue destinado desde el RI "Junín" al Comando de la 10ma Div, como Jefe de Estado Mayor. Luego de haberse desempeñado como Comandante accidental del RI "Castrillo", RC 6 de la 1ra Div del Cuerpo de Caballería, fue destinado al EM del Sector Sud, y finalmente, al Comando del 1er CE.
El My Manuel Irrazaval Benavente, incorporado según OG N° 5, del 5 de julio de 1934, aunque su contrato provisorio lo firmó el 27 de abril, fue destinado como Comandante de Grupo de Artillería del 1er CE.
El Cap Humberto Berndt Vivanco, incorporado según OG N° 1-35 del 1 de enero de 1935, destinado al RI 14 "Florida", hacia el final de la contienda se desempeñaba como Comandante del RI "Ballivián" de la 6ta Div del 3er CE.
El Cap Humberto Garrido Ostornol, ascendido posteriormente a mayor, incorporado según OG N° 5 del 5 de julio de 1934, aunque su contrato fue firmado con anterioridad y su incorporación de hecho también, fue destinado como Jefe de Operaciones del Destacamento Parapetí. Posteriormente, fue destinado como Comandante al RC 12 "Chile".
El Cap Emigdio Lobos Ortíz, incorporado según OG N° 5 del 5 de julio de 1934, aunque perteneció al primer grupo de voluntarios destinado al RI 31 "Rocha" en el 1er CE, luego fue puesto a disposición del 3er CE, donde fue destinado al RI "Quijarro" y Batallón de Zapadores, para luego ser destinado al RI 18 "Chacaltaya", más tarde denominado RI 27 "Potosí"en el cual fue Comandante accidental.

Pérdidas: en el transcurso de más de un año, en el que se materializó la participación de los voluntarios chilenos en el EB, murieron tres de ellos: el Subt Francisco Ortega Beiza, del 8ºRI "Ayacucho" el 19 de agosto de 1934; el Cap Vicente Romero Rojas, del 10ºRC "Cazadores del Yacuma" el 12 de abril de 1935; el Tcnl Ignacio Aliaga González, de las FAB  el 6 de junio de 1935. Los dos primeros en enfrentamientos con los paraguayos, y el tercero en un accidente aéreo en el teatro de operaciones. Once (11) fueron heridos y tres (3) cayeron prisioneros: el Tte Héctor Sotomayor Parra, el My Manuel Irrazaval Benavente, y el Cap Humberto Berndt Vivanco; otros fueron evacuados por enfermedad.

Balance: según la opinión del historiador boliviano Roberto Querejazu Calvo: "Si bien el aporte individual de los oficiales chilenos varió en relación con sus conocimientos profesionales, sus cualidades de conductores de tropas y su valor personal, el efecto psicológico de su participación fue de gran significación".
Relacionado con lo mencionado, algunos voluntarios fueron ascendidos en el transcurso de la contienda, a otros se les renovó u ofreció renovar el contrato, incluso, después de terminada la guerra, y, por último, a varios, al término de su contrato, se les agradecieron sus servicios, en las Ordenes Generales, lo cual significa que el Comando estaba complacido con su desempeño. 

- En el primer caso; están el Cap Humberto Garrido Ostornol, ascendido a Mayor; el Subt Julio Cancino Labra, ascendido a Tte Resserva; el Subt Res Ramón Piñeiro Gallardo, ascendido también a Tte Res.

- En el segundo caso; el My Juan del Villar, a quien se le mantuvo como Director de la Escuela de Aviación; al Tcnl Aquiles Vergara Vicuña, quien permaneció largos años en el EB hasta 1953(pasó a retiro con el grado de Coronel); al Tte Carlos Rodríguez Gana, incorporado posteriormente al Cuerpo de Carabineros, donde alcanzó el grado de General; al Tcnl Ricardo Contreras Macaya y al My Pablo Barrientos Gutiérrez, a quienes se les ofreció prolongarles sus contratos por varios años, pero que no aceptaron.
Aunque algunas opiniones expresan que, desde la perspectiva de lo que se esperaba de ellos, las expectativas fueron mayores, también se menciona que varios de los voluntarios colaboraron decididamente con su accionar en la defensa de Villa Montes y en la contraofensiva del Parapetí, favoreciendo la recuperación de territorios por las fuerzas bolivianas y comprometiendo seriamente las posiciones alcanzadas por los paraguayos, a tal punto que el triunfo podría haber sido de ellas, según lo estimaron en su oportunidad varios analistas, entre los que cabe destacar al Tcnl Aquiles Vergara Vicuña

Ver en detalle una acción
(al final del Apéndice) en la que intervinieron voluntarios chilenos en las fuerzas bolivianas y paraguayas


Las repercusiones: de la presencia de los voluntarios chilenos en la Guerra del Chaco, a partir de mayo de 1934, se destacaron en cada uno de los países directamente involucrados y en Chile, como también en los propios combatientes y en sus familias:
En Chile: desde un primer momento el gobierno trató de explicar que no podía impedir dicha presencia, apoyado en la Convención de Viena sobre neutralidad de los Estados, pero ante los insistentes reclamos del gobierno paraguayo, y la opinión contraria de algunos connacionales, presentó el 23 de mayo, a los pocos días de conocerse públicamente la llegada del primer grupo de voluntarios chilenos a La Paz, un Proyecto de Ley, que impediría la contratación de militares chilenos por cualquiera de los gobiernos de los países beligerantes, este proyecto se convirtió en la Ley N° 5.478 del 7 de septiembre de 1934.
Sin embargo, cabe destacar que el gobierno de Arturo Alessandri había decretado la neutralidad el 15 de mayo de 1933, y que pudiendo haber impedido las contrataciones no lo hizo, teniendo los medios para informarse de los movimientos del personal uniformado en retiro y de aquellos que hacían las contrataciones, como el My (R) Eduardo Rivas, que pudo circular libremente en Chile durante 1934, con lo cual demostró una neutralidad benévola hacia Bolivia.
Por otra parte, hay quienes han postulado que Arturo Alessandri dejó hacer, porque incluso después de promulgada la ley se siguieron contratando chilenos, “que así se deshacía de militares que podrían participar en conspiraciones contra su gobierno, lo cual, no aparece como una exageración”.
La opinión pública chilena se vio también afectada, si bien ello había acontecido desde el comienzo del conflicto, esto se hizo más patente a partir de mayo de 1934, cuando llegaron a La Paz los integrantes del primer grupo contratado. Se escribió a favor y en contra, en diversos medios de la prensa escrita y se dividieron las opiniones en el seno de las familias. A través de la prensa el debate se hizo notorio en editoriales y artículos. La presencia de los voluntarios despertó el interés de los periodistas, no solo se les entrevistó cuando estaban de paso por Santiago, sino que la Revista Zig-Zag envió al periodista y escritor Víctor Domingo Silva a Bolivia a reunir material para un número especial, que salió a luz a mediados de 1935, incluyendo dos páginas con fotografías de algunos de los combatientes chilenos.
Por otra parte, las representaciones diplomáticas de Chile en Asunción y en La Paz, recibieron instrucciones de no establecer mayores contactos con los voluntarios chilenos.
En relación con Bolivia, esta disposición se vio contrariada en la visita que el Agregado Militar de la Legación de Chile hizo al frente, en la cual fue acompañado, por disposición del AMB, por el voluntario chileno Cap Emilio Álvarez Jego del Regimiento "Chile". cabe anotar la sugerencia del Agregado Militar de Chile, Tcnl José María Santa Cruz Errázuriz, en relación con el cadáver del Subt Francisco Ortega Beiza, primer voluntario chileno muerto en la contienda, para que fuese remitido directamente a Antofagasta, con el fin de evitar manifestaciones en Bolivia.
Además, hubo un hecho a través del cual se llevó a extremo la neutralidad, relacionado con las gestiones emprendidas por doña Isabel Hoces, para liberar a su marido el My Manuel Irrazaval Benavente, prisionero de los paraguayos, frente a las cuales la Cancillería chilena dio instrucciones a la Legación en Asunción de no colaborar, argumentando que ello podría ser mal interpretado

En Bolivia: si bien la incorporación de los primeros chilenos a la contienda se inició en 1932, no hubo grandes manifestaciones salvo en torno al caso de Gonzalo Montt que provocó reacciones de alegría en Paraguay y de molestia en Bolivia, sobre todo que él también había servido diplomáticamente a Chile en La Paz.
Sin embargo, sería la llegada del primer grupo de voluntarios a La Paz, en mayo de 1934, la que provocaría manifestaciones públicas de simpatía hacia Chile y los chilenos. Cuenta Raúl Galleguillos Molina que "el arribo fue una verdadera apoteosis. Jamás nadie, ni el Presidente Salamanca había recibido tantas demostraciones de aprecio y cariño. Grandes manifestaciones en el Club de La Paz, recepción en el Palacio de Gobierno, etc.", como también en el Círculo y en el Colegio Militar, donde fueron recibidos por el Grl Carlos Blanco Galindo, JEM Auxiliar. La incorporación de los voluntarios chilenos en el EB, durante la contienda, sirvió para mejorar la percepción que se tenía de Chile y los chilenos, y esto se hizo más evidente a partir de la muerte del Subt Francisco Ortega Beiza, acaecida en Cañada Loa el 12 de agosto de 1934, aunque ya una cañada había sido bautizada, con anterioridad como "Cañada Chile", el lugar donde murió el subteniente chileno, pasó a llamarse "Campo Ortega". Sus funerales, llevados a cabo en La Paz, dieron lugar a significativas expresiones de dolor y a su entierro concurrieron las principales autoridades y en La Paz el Administrador Apostólico de la Diócesis organizó una celebración eucarística en su memoria, y los residentes chilenos fundaron el Club Cultural y Deportivo "Ortega Beiza".


Voluntarios chilenos en el año 1934 (Fuente: Wikipedia)


También cabe destacar que, algunos meses después, un regimiento pasó a recibir la denominación de Chile, comandado por un oficial chileno e integrado por varios oficiales de la misma nacionalidad.
Todas estas manifestaciones tuvieron su punto culminante, cuando se propuso la constitución de la "Gran Patria del Pacífico", mediante la fusión de Chile y Bolivia, lo cual significaba distanciarse respecto de Argentina, situación que la Cancillería chilena no vio con buenos ojos.
En realidad, la participación de los voluntarios chilenos en el EB y la muerte de tres de ellos, cambió substancialmente las percepciones bolivianas hacia Chile y las relaciones mejoraron a todo nivel favoreciendo un acercamiento, que años más tarde se traduciría en la negociación de 1950, en la que se barajó la fórmula del "corredor", para satisfacer las aspiraciones bolivianas para retornar al Pacífico.
Antes del término del período de finalización de los contratos hubo algunas cancelaciones por enfermedad y/o por heridas de guerra, como fueron los casos de Dionisio Etchevers Quintana, Raúl Gallegos Fernández, Luis Heise Cossio y Hernán Zúñiga Cabello, como algunas por no haber una buena evaluación del desempeño. También hubo cancelaciones cuando se cumplía, obviamente, el tiempo acordado, pero, también, hubo ofrecimientos de renovaciones y renovaciones efectivas y, en varios casos, agradecimientos, es decir de todo, como corresponde a grupos humanos, tan dispares, como el conformado por los chilenos, que se desempeñaron con grados de oficiales en el Ejército de Bolivia. .
Años más tarde, no faltaron las voces críticas, como la del Cnl boliviano Francisco Barrero, quien se manifestó, en términos reprobatorios respecto de las contrataciones de los chilenos.

En Paraguay;
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a incorporación en 1932 del ex-Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Chile en Asunción Gonzalo Montt Rivas suscitó gran satisfacción en el gobierno, en los círculos militares y en la población paraguaya, ello se desvaneció, en forma repentina e incomprensible, en mayo de 1934, cuando se supo de la contratación de chilenos con grados de oficiales por el Ejército de Bolivia. Se consideró que el gobierno chileno, de acuerdo con la neutralidad, no lo debería haber permitido y dicha situación, más la ulterior contratación de obreros chilenos para las faenas mineras bolivianas, en reemplazo de los trabajadores bolivianos movilizados, como, también, el no haber impedido, con anterioridad, el libre tránsito de armamentos hacia Bolivia por territorio chileno, llevó a diversos ataques de la prensa escrita paraguaya y a las relaciones oficiales al nivel más bajo que han tenido a través de toda la historia republicana.
En efecto, no se concebía que en Chile se diera esta situación, sobre todo entre los militares lo que afectó mucho a los militares paraguayos que habían estudiado en Chile, como fue el caso del Tcnl Luis Irrazaval, gran amigo de Gonzalo Montt y del Cnl Carlos Ibáñez del Campo. Para Paraguay era algo incomprensible, sobre todo después del apoyo recibido durante el gobierno del Presidente Ibáñez del Campo y de su Ministro de Relaciones Exteriores Conrado Ríos Gallardo, en la situación producida en torno al fortín Vanguardia en 1928, que llevó a Bolivia y Paraguay al borde de la guerra. La prensa paraguaya, sobre todo la cercana al gobierno atacó fuertemente al gobierno de Chile, acusándolo de no respetar la neutralidad que había declarado en 1933, y denostó la actitud de los voluntarios chilenos calificándolos de “mercenarios”.
El representante de Chile, después de haber reclamado por los ataques de la prensa paraguaya, a través de diversas notas de protesta dirigidas a la Cancillería de Paraguay, no logró un compromiso de dicho gobierno en orden a morigerar dichos ataques, sino al contrario, como queda claro en nota del 2 de agosto del Canciller paraguayo Justo Pastor Benítez dirigida al Ministro de Chile en Asunción, de la cual transcribimos algunos de sus párrafos, en los que trata de explicar la hostilidad de la prensa paraguaya: "el hecho responde a un estado de la conciencia pública, alarmada por la conducta observada por el Gobierno chileno con relación a la guerra en el Chaco", agregando que considera que las contrataciones "responden seguramente a una política deliberada", y que "estos antecedentes, seguramente, han ocasionado los pronunciamientos de la prensa paraguaya y que traducen los sentimientos provocados en nosotros por la naturaleza de los actos enunciados".
La Cancillería chilena en vista de lo anterior decidió, a través de una nota fechada el 7 de agosto, retirar al Ministro Enrique Gallardo Nieto de Asunción, dejando la Legación, a partir del 12 de agosto, en manos de un funcionario de menor jerarquía a cargo del Archivo. Solo después de algunas muestras de acercamiento por parte del gobierno paraguayo, las relaciones volvieron a un nivel de normalidad, con la designación, el 24 de noviembre de Francisco Figueroa Sánchez, como Ministro Plenipotenciario y Enviado Extraordinario del Gobierno de Chile ante el de Paraguay.


Voluntarios chilenos compartiendo con camaradas bolivianos en el frente (Fuente: Wikipedia)

La promulgación de la Ley, ya mencionada, y las diversas gestiones a favor de la paz, emprendidas por el gobierno de Chile, lograron mejorar el clima hostil. En todo caso el tiempo, como en muchas otras situaciones, consiguió lentamente borrar las heridas causadas por los momentos conflictivos.
Sobre los voluntarios mismos, al servicio de la causa boliviana, se valoró la Historia de la Guerra del Chaco, escrita por Aquiles Vergara Vicuña, según tomó conocimiento su primo el Dr. Benjamín Viel Vicuña, en visita al Paraguay.

De los voluntarios y sus familias: la mayoría de los casados fueron solos y en este caso para las esposas y los hijos en edad de comprender, no les quedó otra alternativa que aceptar esta situación como una oportunidad que se les presentaba para salir de la situación de privaciones en la que se encontraban, o una posibilidad para darle sentido a una vida que se presentaba sin horizontes. En algunos casos sus esposas los acompañaron temporalmente, y en muy pocos permanentemente, en cuanto a los padres y hermanos no siempre comprendieron esta decisión, algunos la criticaron y otros guardaron silencio.
Respecto de los voluntarios mismos, la participación en el conflicto los hizo sentirse útiles, es sintomático, al respecto, lo que nos dejó por escrito Aquiles Vergara Vicuña
Por otra parte, a la gran mayoría les permitió mejorar su desmedrada situación económica y, en algunos casos, adquirir inmuebles para vivir con sus familias, sin angustias y privaciones, como fueron los casos de Manuel Irrazaval Benavente y de Emilio Flores Guerra, en otros encendió la esperanza de radicarse definitivamente en Bolivia, una vez terminado el conflicto y algunos lo pudieron cumplir, como Aquiles Vergara Vicuña en el Ejército, Carlos Rodríguez Gana en Carabineros y otros dedicados a los negocios como Ernesto Gruhs Figueroa y Mario Oyarzún Day. También cabe destacar a los que permanecieron en Bolivia, por un tiempo, como Arturo Benavides Bruce quien se desempeñó como Cónsul de Chile en Cochabamba, Juan del Villar Araya, quien se mantuvo a cargo de la Dirección de la Escuela de Aviación y Luis Gayán Contador, como empleado en actividades mineras y en el Cuerpo de Carabineros y otros que se dedicaron a actividades comerciales como Manuel Cerda Muñoz, Raúl Ochoa Esquivel, Deleskar Iribarren Escobar, y Humberto Valenzuela Arancibia, Emigdio Lobos Ortíz y Juan Francisco Prieto Lillo, en trabajos de vialidad. Pero, el caso más dramático, sin duda, fue el de Vicente Romero Rojas quien, unos días antes de morir, le había escrito a su esposa sobre posibilidades que tendrían de establecerse en el Beni, una vez terminado el conflicto, con sus tres hijos y otros familiares.
Para tres familias les significó perder a sus seres queridos: hijo, hermano, esposo, padre, aunque con ello ganaran un héroe, como fueron los casos de las familias del Subt Francisco Ortega Beiza, soltero, que dejó, en la desolación a sus padres, ya ancianos, y a sus numerosos hermanos, conmocionando, también, a los vecinos de la localidad de Batuco, pueblo cercano a Santiago, donde ellos vivían; del Cap Vicente Romero Rojas, casado, dejando a su viuda Marta Pérez Cordero, y a tres hijos: Vicente de 7 años, Jaime de 5 años y a Marta de 1 año, y del Tcnl Ignacio Aliaga González, también casado, quien dejó a su viuda de apellido Straube y a su hijo Ignacio Enrique, como también a Jorge Ignacio Aliaga Burrell, un hijo adolescente de su primer matrimonio.
Para otros significó desarrollar su vida familiar en Bolivia, como sucedió con Juan Francisco Prieto Lillo, quien con Carlota Siel y una hija de meses partieron hacia Bolivia, donde tuvieron sus otros hijos, permaneciendo allí hasta 1948, cuando razones de salud de Juan Francisco, los hicieron regresar. Sus hijos mayores vivieron su niñez y parte de la adolescencia en Bolivia y allí aprendieron a amarla y añorarla.
Para Arturo Benavides Bruce su estadía en La Paz le permitió conocer a Isabel Goytisolo García, de nacionalidad peruana, con quien se casaría y tendría tres hijos: María Eugenia, Patricia y Arturo. Un caso similar fue el de Emigdio Lobos Ortíz, quien se casa con Gabriela Jaimes-Freyre Farfán, con quien tuvo su hijo Nelson. También se casan allí con bolivianas Humberto Honorato Arenas, Guillermo López López y Vinicio Matamala Kutz y son innumerables los que mantuvieron algún tipo de relación amorosa o de amistad con jovencitas bolivianas.
También significó, para algunos la posibilidad de ser valorados profesionalmente con los destinos y desempeños, como también ser reconocidos con distinciones y altas responsabilidades, tanto en Bolivia como en Paraguay.
En Bolivia Aquiles Vergara llegó a alcanzar el grado de General de Brigada por decisión del Senado, sin renunciar a la nacionalidad chilena, Luis Gayán Contador alcanzó el grado de Coronel en Carabineros, como importantes responsabilidades en el primer gobierno de Víctor Paz Estenssoro, sin perder su nacionalidad. Otro es el caso de Carlos Rodríguez Gana quien llegaría al grado de General en Carabineros, pero habiéndose nacionalizado en Bolivia.
En Paraguay Gonzalo Montt Rivas recibió diversos reconocimientos, como la decisión de las autoridades de bautizar a un fortín en el Chaco con su nombre, el nombramiento de Vicepresidente de una Asociación de ex-combatientes y el otorgamiento de la ciudadanía honoraria.
Por otra parte, varios contrajeron el paludismo o malaria, enfermedad propia de las áreas tropicales, que en algunos casos fue mortal como le sucedió a Ernesto Gruhs Figueroa, o los acompañó el resto de sus vidas, como les aconteció a Ricardo Contreras Macaya y a Pablo Barrientos Gutiérrez.
La experiencia permitió, además, unir a oficiales con suboficiales chilenos en un quehacer común, como también a miembros de las diversas ramas de la Defensa Nacional y Fuerzas de Orden, como a civiles con uniformados.
Al respecto, la amistad que surgió entre los voluntarios chilenos, como se dio entre Ricardo Contreras Macaya, Pablo Barrientos, Jorge Garretón Garretón y Octavio Vergara Rivera, quienes permanecieron vinculados después del conflicto, como también está la que se profundizó entre Pedro Manuel Opazo Espinoza y Raúl Galleguillos Molina, quien vivió, después de la guerra, un largo tiempo en la casa del primero, entre Emilio Flores Guerra y Héctor Hernández Oñate, que se ha prolongado en sus hijos y las visitas de Vinicio Matamala Kutz a Manuel Irrazaval Benavente y su amistad con Emigdio Lobos Ortíz.
Otros sufrieron los rigores de la prisión en Paraguay y sus familias sufrieron esa realidad, como fue el caso de la familia del My Manuel Irrazaval Benavente, cuya esposa vivió en Bolivia, acompañada de sus hijos durante la contienda, y que luchó denodadamente por su libertad, formando parte, incluso, de una delegación de mujeres bolivianas que fue a Paraguay a visitar a los presos y abogar por su liberación.
También está el caso de aquellos que no se sintieron valorados y de los que se sintieron decepcionados de la experiencia, como fueron los casos de Raúl Galleguillos Molina y de Guillermo López López, quienes dejaron publicadas sus reflexiones, o de aquellos, los menos, que sintieron que los bolivianos les demostraban aprecio a los chilenos, solo en la medida que les eran útiles.
La experiencia les permitió conocer Bolivia y a su gente en su entorno, así pudieron conocer a las diversas etnias, a mestizos y blancos, con su diversidad lingüística y cultural, junto con la diversidad de paisajes: altiplano, valles y tierras bajas del Oriente. Uno de ellos, Aquiles Vergara Vicuña, solidarizó con entusiasmo con la demanda marítima de Bolivia, a través de numerosos escritos. Por último, todos quedaron marcados por la experiencia de la guerra, que algunos trataron de olvidar.

Los testimonios y otros escritos de los combatientes: tres de los voluntarios publicaron trabajos relacionados directamente con la guerra, algunos escribieron diarios, hicieron anotaciones y redactaron sus memorias en las que se refirieron a su participación en la misma, dirigieron cartas a sus familiares, y escribieron poemas durante la contienda. También hubo otros que dieron conferencias, hicieron declaraciones a la prensa, y/o fueron entrevistados y los que estuvieron dispuestos a dar su testimonio oral:
- En el primer caso están los cuatro libros y artículos escritos por Aquiles Vergara Vicuña, los cuales fueron, en orden de aparición: Del Caldero del Chaco (1936), Historia de la guerra del Chaco (7 tomos publicados entre 1940 y 1946), "Bernardo Bilbao Rioja. Vida y Hechos" (1948), y Cosas y quisicosas de un problema americano (Criba de Recuerdos) (1963). Sus artículos aparecieron, una vez terminada la contienda, en la Revista Zig-Zag, de Santiago de Chile. Luego está La Contraofensiva del Parapetí. Guerra del Chaco (1936), libro escrito por Pablo Barrientos Gutiérrez, y por último, Bolivia que yo he visto (1936), de Raúl Galleguillos Molina. Todos estos trabajos fueron financiados por sus autores y fueron producto de la iniciativa personal, salvo el caso de la Historia de la guerra del Chaco, que le fue encomendada por el Estado Mayor General del Ejército de Bolivia al entonces Tcnl Aquiles Vergara Vicuña, conjuntamente con el Tcnl Julio Guerrero, de nacionalidad peruana, pero la hizo solo el primero bajo su exclusiva responsabilidad.

- En el segundo caso están las anotaciones de Emigdio Lobos Ortíz, en el margen de libros relacionados con la contienda como El Dictador suicida, de Augusto Céspedes y Apuntes para la Historia de la guerra del Chaco. Picuiba, del Cnl Félix Tabera, también están algunos apuntes de Ricardo Contreras Macaya, que permiten seguir su trayectoria en la guerra, y las "Memorias" inéditas de Juan del Villar Araya, en la cual consigna aspectos de su participación en la Dirección de la Escuela de Aviación de Bolivia.


- En el tercer caso dentro de la amplia correspondencia que debió haber existido, hemos tomado conocimiento de los reclamos de familiares, sobre todo de madres que dejan de saber de sus hijos, porque éstos han dejado de escribirles, siendo el caso de la madre de Ernesto Gruhs Figueroa, el más dramático, pues al recurrir al Intendente Provincial de Aconcagua, autoridad chilena que le correspondía por vivir en la ciudad de Valparaíso, se entera que su hijo ha muerto, producto de fiebres palúdicas, a los pocos meses de terminada la contienda y de una carta de Vicente Romero Rojas a su esposa.


- En el cuarto caso están los poemas escritos durante la campaña por Juan Francisco Prieto Lillo.

También aquellos que fueron entrevistados al regresar del Chaco como Guillermo López o varios años después de la contienda, como Darío Fontecilla y Carlos Rodríguez Gana, por la Revista del Domingo de El Mercurio de Santiago en 1981, los que dieron conferencias como Arístides del Solar Morel, e hicieron declaraciones a la prensa chilena, al partir a la contienda o cuando regresaron del Chaco, ya sea temporal o definitivamente y los que estuvieron dispuestos a colaborar en 1973 con Manuel Velasco, historiador militar chileno y que para ubicar a los ex-voluntarios chilenos, puso avisos en la prensa del país, a lo cual respondieron Carlos Cuevas Eissmann, Daniel Fuenzalida Mayol, Vinicio Matamala Kutz, Luis Antonio Valdés G. y Juan del Villar Araya, y familiares de algunos de los que ya habían fallecido. Estos testimonios han constituido una importante fuente y permitido conocer sus vivencias, sus percepciones sobre Bolivia y sus habitantes, como sus apreciaciones sobre la organización y conducción de la guerra.
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Relatos de guerra - "Un duelo de artillería en la Guerra del Chaco"
El My Fulgencio Yegros (luego general) era comandante del 2doGA paraguayo, que estaba desplegado en la zona norte del Pilcomayo, frente al GA de la 4taDI, comandado a la sazón por el Cnl chileno Aquiles Vergara Vicuña (recibido en el Colegio de Guerra en España y ex-miembro del gabinete chileno, quién era el más famoso de un grupo de jefes y oficiales contratados en junio de 1934 por Bolivia)
El 15 de enero de 1935 la artillería boliviana del sector, comandada por el Cnl Aquiles Vergara Vicuña, se hallaba ocupando un lugar llamado “Viscacharal” (en la explanada del río Pilcomayo donde moría la pendiente del extremo norte de la Serranía de Caiza) en cuyas inmediaciones tenía establecido su emplazamiento, la batería del Subte Bernardo Soria Galvarro, equidistante uno 5 kilómetros de otras que le flanqueaban; hacia el norte la del Tte Pastor Quiroga, situado en un punto llamado “Resistencia” y en dirección sur cerca del sitio llamado “Convento”, la del Tte Manuel Vaca Roca.
Frente a esta unidad, se encontraba el 2doGA “General Roa”, comandado por el My Fulgencio Yegros, que tenía como misión mantener una vasta cobertura a lo largo del Pilcomayo, desde Cururendá hacia el sur, tocándole ocupar el Talud de Piquyrendá situado entre Ybybobo y Palo Marcado y enfrente de Viscacharal, a la 3ª batería a cargo del Tte Juan A. Monges.




Enero 1935 - En el círculo rojo el área donde se desenvuelve la acción de ambas artillerías (Fuente: Aquiles Vergara Vicuña)

El Cnl Aquiles Vergara Vicuña relata esta acción en la que es participante “Fui recibido en Viscacharal con la atención cordial que ya conocía del Tte Soria Galvarro, quién hacía su rancho en ese momento y tuvo oportunidad de invitarme a comer un buen plato de verdolaga silvestre sazonada en aceite que, según me informó, había descubierto para defenderse de la avitaminosis. Excusado estará decir que me sentó de maravillas, pues hacía varias semanas que no probaba una brizna de verdura. Mi asistente José Quispe preparó entretanto mi instalación cerca de este y luego de enunciar a la ligera el objeto de mi visita, nos decidimos a reposar para que el sol del nuevo día nos hallara ágiles de cuerpo y de espíritu.
Ningún presentimiento embargaba mi espíritu, cuando caí en la inconsciencia del sueño. Para mi compañero de “pahuiche”, esa noche sí que fue la postrera, pues al día siguiente, bajo un cielo añil y sobre una tierra lujuriosa caería, después de trágico molinete con el pecho destrozado por una granada paraguaya. Pero tampoco al parecer Soria Galvarro fue advertido nada, pues al rayar el alba se levantó contento y dinámico, sorbiendo a bocanadas el aire más puro de esa hora, único que, en el Chaco, se puede respirar con alguna fruición.



Artillería boliviana en posición (Fuente: Wikipedia)

Nos desayunamos ligeramente para desplegar luego el Plano Director, con el transportador y la regla graduada en manos, trazamos las rectas de los tres rumbos, desde los asentamientos respectivos y su coincidencia fue perfecta.

“Cabalito”, exclamó con entusiasmo el comandante de la batería, ya teníamos los elementos necesarios para iniciar la acción; faltaba la coordinación de los fuegos con las restantes baterías y el plan y régimen a que debíamos ceñirnos. Pregunté a Soria Galvarro cuál era su idea, contestándome que le agradaría hacer tiro progresivo y regresivo escalonado con un consumo de 160 granadas, más o menos, la que me pareció mesurada.
Con la pauta señalada, elaboré mi plan: 160 granadas de la batería de 65 mm (Soria Galvarro); 60 la de 75 mm (montada); 20 de la 75 mm (montaña) material éste último que tenía en esos días una expectativa de municionamiento muy escasa. El fuego debería desenvolverse en 20 minutos, a razón de 8, 3 y 1 tiros por minuto, de cada batería, respectivamente, acto seguido, me puse al habla con el Cap Cuellar, comandante del GA, quien había verificado sobre el plano de la batería Quiroga los mismos cálculos que nosotros. Respecto a mis directivas para la acción, acepté su insinuación de que no entrara en combate la batería Vaca Roca, por la razón antes señalada”.
“Serían las 8 de la mañana, cuando acompañado por el Tte Soria Galvarro y el suboficial Zaconetta, me dirigí al observatorio, el que cabalgaba en un árbol esquelético, de pobre ramaje, de forma achaparrada, situado en un montículo a 100 metros de la batería, a un costado. El día se presentaba caluroso y radiante de luz, invitaba a vivir y no a morir, subimos al observatorio, algo endeble para nuestro peso, por lo cual nos balanceábamos un poco, a unos cinco o seis metros del suelo en pendiente, con todo, la visualidad era magnífica, instalamos el anteojo de antenas, entregándonos por algunos minutos, de lleno, a la tarea de escrutar en dirección al punto en que debía encontrarse el enemigo y luego faculté al Tte para dar sus comandos, rápidamente llegó por el hilo la voz: Pieza lista!; Fuego! contestó el Tte.
Observamos la caída del proyectil, oculto en los primeros segundos dentro de la espesa maraña y quedamos esperando el disparo inicial de la batería Quiroga que pronto sentimos la detonación de salida y casi simultáneamente de llegada (a distancias medias, en ese material tipo rasante, el proyectil llega al objetivo conjuntamente con el sonido). Observamos atentamente sobre el punto batido y pudimos comprobar que la nube de polvo y humo del calibre superior quedaba inmediata a la anterior, ya en pleno desvaimiento.
“Cabalito!” (volvió a exclamar Soria Galvarro, puede pasar al fuego de eficacia, si lo cree oportuno) agregué.
Repetimos los comandos por teléfono, ahora con distancias escalonadas. Batería lista! una ráfaga! y luego, moviendo las distancias, y concentrando o repartiendo sobre cualquiera de las piezas: una ráfaga! dos ráfagas! y vuelta a comenzar. Espectáculo formidable; tronadera ensordecedora de estampidos cercanos y explosiones lejanas que venía a aumentar el fuego de efecto a que también había pasado la batería Quiroga. La caída de los proyectiles se iba sucediendo con exactitud, gracias a las correcciones que se ordenaban. Pobres coleguitas “pilas”!, dijo más de una vez Soria Galvarro.
Mi alma de artillero se solazaba en una extraña fruición; mis sentidos se regalaban en esos minutos con la novedad del espectáculo… y, lo principal, me hallaba como sorprendido de ser actor en aquello y todavía sin tener en cuenta que el destino me deparaba en esa trama el papel principal."
“Aunque en esos cortos minutos de la acción de Viscacharal no estaba para éstas ni parecidas disgresiones, pensaba, no obstante, ya que el principal papel de un jefe es prever y más prever, en una posible reacción de la artillería paraguaya, a lo que había que añadir el para mi dogma de fe de la teoría de las compensaciones y la sabiduría del aforismo popular que dice: “Donde las dan las toman”. Durante unos veinte minutos, los airosos cañoncitos, casi automáticos, continuaron vomitando activamente su granizo candente. Luego nos dimos cuenta que la batería Quiroga había cesado de disparar, seguramente por conclusión de la ración acordada. Nos miramos las caras, como consultándonos una decisión y entonces dije: “Basta por ahora”. Soria Galvarro asintió sonriendo, satisfecho de la tarea realizada yo sentía en mi interior el orgullo primerizo de haber actuado, dirigiéndolo, en un fuerte batimiento artillero, cuyo efecto, sin embargo, quedaría para nosotros en una nebulosa. Iniciamos el descenso para restituirnos al puesto de comando habitual, distante 150 metros adelante, en una especie de explanada, característica de los antiguos puestos ganaderos, lisa y despejada de árboles, cuyos puntos más visibles eran, acaso, el “pahuiche” utilizado como vivienda por el Tte y un cerco de ovejas de la inmediación más contigua, era indudable que ese manchón ocre podía resaltar como rosetón de la guirnalda verde y mientras caminábamos en columna de a uno por el sendero, pensé que la artillería paraguaya estaría preparando ya su desquite y volví sobre el tema: “Después del fuego que hemos hecho, habrá que adoptar mayores precauciones y enmascararse lo más posible; qué opina sobre el particular, mi teniente?
“Ciertamente mi coronel, contestó al punto Soria Galvarro, tengo el proyecto de hacer un trabajo que sea permanente y bien fortificado; algo así como un “nicho” en la ladera del cerro, que sirva de observatorio, de gabinete de trabajo y de cuarto de dormir; ya tengo planeada su construcción y comenzaremos los trabajos esta misma tarde. Pierda cuidado.
“Instantes después nos separamos. El siguió a su “pahuiche” y me quedé algunos minutos deambulando para conocer el paraje circunvecino y luego tomé igual dirección”.

¿Qué sucedía entretanto con la artillería paraguaya de enfrente? La 3ª batería se encontraba emplazada y bien oculta en el talud de Piquyrenda cuando se produjo la entrada en fuego de las baterías bolivianas ubicadas en Viscacharal y Resistencia. Desde el amanecer de ese día, nuestros vigías de la batería habían podido observar con metódica paciencia un delgado hilo de humo que se levantaba de la superficie en un punto de la otra banda, rato después se escuchó el disparo de un cañón, luego otro, seguido de otros más y una vez tomado el rumbo de las detonaciones, el Tte Monges comenzó a explorar con su anteojo de antenas y pudo notar que el hilo de humo coincidía perfectamente con una de las direcciones de donde provenían los disparos que al parecer, estaban dirigidos, en ese primer momento, hacia objetivos distintos que la 3ª batería.
“Me separaban del “pahuiche” unos cincuenta metros escasos, cuando fui despertado de mi ensimismamiento contemplativo por algo verdaderamente insólito, por mucho que estuviese previsto, sentí una especie de desgarradura de una tela de buque y deslizarse con un agorero silbido la saeta de un proyectil, que pasó todavía a unos 5 o 6 metros sobre la proyección de mi vertical y presentí que ya estaba próximo a su punto de caída. Una detonación formidable, una convulsión de la atmósfera, un promontorio de humo y varias trayectorias divergentes y ruidosas de carcasas aclararon mis ideas quizá antes de haberse concretado, la granada habría percutado en la ladera del observatorio recién abandonado.

Tomé visual hacia el “pahuiche” y ví que todos corrían a agazaparse detrás de uno árboles no muy respetables de grosor, como para protegerse de una avería; otros se echaban al suelo donde estaban, comprendí que la cosa era grave y que había salido un segundo proyectil, acaso más astuto que el anterior. “Adiós mi plata, díjome una voz profunda, mis oídos estaban aletargados para percatarse de los ruidos, por la indigesta ingestión de disparos con que los había regalado desde la víspera, soportando sin otra precaución que la de abrir la boca, donde el propio asentamientos, las ráfagas como descargas cerradas de la batería Quiroga, más el aditamento de esta mañana.


Batería paraguaya con cañones de 105mm en transporte hacia el frente (Fuente: Memorias de la Guerra del Chaco gpo facebook)

El proyectil paraguayo fue a explotar violentamente, al parecer, sobre el propio emplazamiento de la batería, no había ya dudas; estábamos localizados y sometidos a los golpes potentes y mortales de un calibre superior – de 105 mm por todas las trazas (ver foto). No cabía tampoco la esperanza de un socorro oportuno, pues la batería que comenzaba a disparar no estaba “rumbeada” aún y pasaría por lo menos una hora, en el mejor de los casos, para que las otras baterías pudiesen acudir con su fuego en nuestro auxilio. Confieso sin ambages que mi serenidad en esos segundos fue completa, como nunca lo hubiera esperado y me incorporé al grupo de artilleros que recién se levantaba y comenzaba a dispersarse un poco, algunos sonreían con naturalidad, otros forzosamente pero lo extraordinario era que sonrieran de algún modo, puesto que el asunto no podía ser mas desagradable. Pregunté rápidamente a Soria Galvarro por la batería; “Ellos están más seguros que nosotros en sus “buracos” fue su respuesta.

“Pero, y el material? le dije; puede que estemos de suerte, mi coronel, además habrá que confiar en la dispersión y en que los “pilas” economicen su munición”, dijo sonriéndose tristemente y con una emoción interna que contradecía el optimismo de sus palabras. Lo miré con atención y advertí que estaba algo cambiado, revelaba, como siempre, decisión, pero estaba serio, acusando que algo lo torturaba en lo íntimo, también comencé a inquietarme, aunque, controlándome exteriormente. Transcurrieron unos pocos segundos más, y pum! Ahora lo sentí nítidamente! mis oídos comenzaban a funcionar bien, simultáneamente todos, las diez o doce personas que allí nos congregábamos, corrimos, nivelados por el peligro, detrás del árbol, cuyo tronco ofrecía la mejor protección posible y formamos una masa democrática y compacta de rostros ensombrecidos, que se agitaban a impulsos de una violenta conmoción aórtica que parecía brotar de una víscera común, mis subordinados, sin embargo, se preocupaban notablemente por mí; “Mi coronel, aquí, aquí! me decían, abriéndome hueco protector. Yo rehusaba con gesto categórico, pero sintiéndome agradecido y conmovido. Pasó la granada, musitando su trágica canción y fue a estallar al fondo, Soria Galvarro, apreciándola como tiro largo y perdido, me dijo: Con tal que no lo acorten, quedarán lucidos”.

“Estábamos todavía cerca del árbol, aunque ya de pié, en ese instante, curiosamente advierto que mi asistente Quispe, veterano de Nanawa estaba con la espalda en el árbol, sus piernas extendidas, sin la menor protección, inmóvil e indiferente a todo. “Cuidado, Quispe! que esto es peor que Nanawa, le digo”. El aludido se sonríe incrédulo, luciendo su magnífica dentadura de dentífrico y continúa impertérrito.
“Pum! Pum! otra vez! sin dudarlo pasan al fuego de efecto, nuestra zozobra es grande, pues no sabemos con qué graduación del alza los han lanzado; cualquier acortamiento nos puede ser fatal, pues nos hallamos bajo la bóveda irreal de su trayectoria. “Bam…! Bam…! Bam…! y podemos aliviarnos por un instante de la pesadumbre y de lo incierto en conjunción con lo irremediable. Luego hay unos segundos de silencio, que se miden por minutos y la fecunda y fantástica imaginación comienza a forjar hipotéticas ilusiones de que todo quedará en una calma silente, una sensación algo artificial de tranquilidad quiere invadirnos por momentos, el paisaje ostenta un aire tan placentero que parece difícil que pueda transformarse en brusco escenario de desolación y muerte. Gradualmente voy ordenando mis sensaciones, tratando de cimentar una indiferente normalidad, se me ocurre con altibajos contradictorios, que la demostración de la artillería paraguaya se ha limitado sólo a eso y que sus sirvientes se encontrarán limpiando las ánimas de los cañones, satisfecho ya el saludo a la bandera”.“Soria Galvarro, a mi lado, en el borde superior de un pequeño solevantamiento, a dos o tres metros del “pahuiche” me conversa distraídamente, como haciendo un esfuerzo, me llama la atención su fisonomía alterada por cierta tensión que valientemente lucha, está a la vista, con un tenaz presentimiento, me imagino al contemplarlo que mi actitud externa debe ser análoga, corrientes de pesimismo suben y bajan, atravesando cada vez mi espíritu, ahí donde nos encontramos no tenemos por el momento nada que hacer, carecemos de toda protección y todavía nos hallamos comprendidos en el ángulo visual del enemigo y, sin embargo, continuamos inmóviles, como hipnotizados por el fuerte narcótico de la voluntad y con la iniciativa en trance de sonambulismo que, en el fondo, es la preocupación externa del valor y del prurito irreprimible en ocasiones del amor propio.


Voluntarios chilenos y camaradas bolivianos se retratan junto a una pieza de su batería (Fuente: Wikipedia)

Nos hemos comunicado con la batería y se nos informa que el personal sigue sin novedad y bien resguardado, en verdad, no deberíamos tener ya preocupación sino por nosotros mismos, pero nada hacemos en ese sentido, solamente nuestras gargantas secas nos piden un refresco y el Tte ordena a su asistente que vaya a prepararlo y el bueno de Arana se aleja a prepararlo. Estoy vacilando en tenderme un rato sobre mi catre de campaña, al cual me separan unos cinco o seis pasos, de pronto alguien grita: ¡salió! Y vemos un tropel corriendo a sumirse en el hoyo del buraco, carente de techo todavía.
Soria Galvarro y yo cambiamos un gesto de fatal escepticismo, no había ya tiempo de correr; habría sido una carrera loca impulsada por las hélices del pánico, aguardamos sin movernos y con el dolor angustioso de quien está conscientemente al canto de una caída irremediable, de súbito mis músculos motores vibran con extraña ansiedad y doy, sin darme cuenta de lo que hago, un salto poderoso pendiente abajo, he sentido la infernal musiquilla de la desgarradura con que avanza el proyectil y ya tan encima que el pensamiento sólo ha alcanzado a taquigrafiar: percusión sobre nuestras cabezas, y se ha producido la explosión formidable y terrorífica a tres o cuatro metros de nosotros. Pierdo por un instante la noción del ser y del no ser y lentamente, como en un sueño profundo, pienso que he muerto y que así debe ser la muerte, algo desvaído e invaluable para los sentidos. Percibo que mi alma está desarticulada de mi cuerpo, inconsútil y arremolinándose en el vacío, ningún dolor físico me preocupa; nada puede tener importancia en medio de mi desbordamiento material y moral; me posee la sensación de tener hueco el cerebro y estar inanimado para siempre. Luego transcurrido un tiempo impreciso, pero que no debió ser largo, siento que mi respiración amenaza estrangularse, quizá por la acción tóxica de los gases del explosivo y que mi cabeza se hace cada vez más pesada, noto también que mis mandíbulas están trabadas y pienso, si, ahora pienso siguiera, que no podré hablar, después comienzo a creer que estoy herido, lo que no deja de ser un progreso, pues antes me imaginé estar muerto, pero lo que gradualmente ve va vigorizando el cuerpo y nutriendo de ideas la mente, es la sensación cierta de encontrarme de pie, de esto ya estoy bien seguro, camino, luego me observo y nada; comienzo entonces a formularme la hipótesis de haber escapado y como una especie de alegría infinita va sacudiendo mi atonía, hasta que las potencias ocultas e irresistibles del instinto de conservación se vuelcan dentro del crisol de mi ser en un voto radioso de acción de gracias, que ofrenda a la vida, y en ese minuto solemne a Dios! ¡Qué enorme satisfacción la vuelta de la conciencia y el convencimiento de vivir cuando todo se creía perdido! Una extraña energía comienza a dominar mis actos, la que trato de reprimir, porque yo mismo dudo que se apoye en base razonable. No en balde he oído y leído tanto sobre los efectos nerviosos de las explosiones y anhelo, por tanto, con toda la sinceridad de mi alma mantenerme sereno y reflexivo, pero mi ardor me avasalla y entonces grito, aunque felizmente sin apartarme mucho de la lógica, cosa que me es dable constatar más tarde.

Estoy a diez pasos del sitio donde cayera la granada y trato de formarme concepto de lo sucedido, veo la figura esbelta de Soria Galvarro tendida en el suelo, en la actitud del que duerme una siesta, la cabeza sobre los brazos y con la inmovilidad de una estatua yacente, con pena profunda me hago cargo que ha caído víctima de la granada; un poco más lejos veo a un hombrecito diminuto que se retuerce sobre la tierra entre ayes de dolor, me fijo un poco más y me doy cuenta que es mi asistente, el veterano y simpático Quispe; por mi lado pasa en ese instante un soldado, cosa curiosa, andando con paso casi normal, aunque en lugar de una pierna arrastra un jirón horrible de músculos y nervios desgarrados, colgantes como flecos, desde los testículos hasta la rodilla en la parte de la entrepierna. El hombre da aullidos de lobo en hambruna, de dolor físico y al verme se me acerca, gritándome que lo salve, con una suprema expresión de humildad y de abatimiento que difícilmente podré olvidar mientras viva, horrorizado, le pido que se quede tranquilo hasta que pueda ser socorrido pero el soldado insiste con su grito plañidero: ¡sálveme! sálveme! mi coronel. Me siento agobiado ante esa visión trágica; por un segundo pasa por mi mente la idea piadosa y tremenda de poner fin con mi revólver a tan cruel padecer, pero consigo dominarme y preocuparme de otra cosa, entretanto he tomado unas cuantas decisiones; algunas se han podido cumplir; otras tienen que diferirse para mejor oportunidad, hice transportar el cuerpo de Soria Galvarro cerca de mí; el teléfono ha empezado a funcionar, haciendo llamados urgentes al sanitario de la batería, que valientemente acude con presteza, y al cirujano del Grupo. Me arrodillo cerca del Tte y debo sufrir la enorme impresión de ver su pecho destrozado y aún un soplo de vida en el fondo de unos ojos atormentados por la agonía, que me miran fijamente, como queriendo traducir lo que sus labios no podrán expresar. En ese instante, sale otro disparo paraguayo y se reproduce nuevamente la agitación y grito que se protejan inmediatamente ¡Vamos a la línea! A la línea! exclaman algunos, les grito que se protejan como puedan. Llega con violencia la granada y en el primer instante me parece que ha caído cerca del “pahuiche”, tan oculto queda a la vista, cubierto de espesa nube de polvo y humo ¡Adiós mi equipaje!

“Vuelvo sobre Soria Galvarro y ya no me queda sino contemplar, como sirviendo de máscara del que fuera su rostro, el visaje cenizo y la risa helada y verdosa de la muerte, no se me ocurre cerrarle los ojos, pero tomo la posición de firme y los tres o cuatro soldados que están conmigo hacen lo mismo entre sollozos, en ese minuto, otra vez como ratificación de funeral solemne, se oye: ¡pum! ¡pum! ¡pum! es la artillería paraguaya que reinicia su actividad, esta vez orientada a exterminarnos, el aire se puebla de un estruendo apocalíptico, las explosiones se suceden frenéticas alrededor de la batería; luego, con distancia acortada sobre el corral de ovejas, cuyo cerco de ramas se observa acaso desde lejos, como una línea parapetada, me encontraba a unos cincuenta metros de este último objetivo, cuando volvió a tomarlo la artillería enemiga. En un comienzo, no pienso ni me propongo nada, como atraído y subyugado por la fiereza del espectáculo; en lo profundo de mi raciocinio compruebo que eso no es normal y llego a la conclusión de que aún estoy atenazado por el embotamiento paralizante de una impresión que ha pegado con golpe de laque sobe mi espíritu. Procuro reaccionar, poniendo en juego mi iniciativa, pero apenas si puedo formarme un cuadro de apreciación técnica de lo que está sucediendo, se trata de un tiro de contrabatería, con observación directa, al parecer desde una distancia superior a 6.000 metros, por el lapso hábil entre la percepción de las detonaciones y las de arribada y calculo que los paraguayos se emplearán a fondo, pues han verificado su reglaje sobre un objetivo que no carece de interés.”
“… han pasado dos… tres… ráfagas de trayectorias paralelas, y estos bólidos de acero con entraña hirviente e infernal, presta a estallar, vienen animados por una suerte de malicia picaresca, tal es su endiablada pertinacia en demanda de sus propósitos, me encuentro inerme ante ese destino que parece estar ciego y sordo a cualquier súplica.”
“… Avanzamos un largo trecho (entre los zarzales, apartándonos de la zona batida) y creo estar lejos de la línea longitudinal de tiro, pero los cuerpos explosivos siguen desfilando por lo alto y antes de admitir la idea de haber hecho el círculo vicioso que es tan frecuente en los bosques y en los desiertos, quiero creer que es la batería Quiroga la que ha roto sus fuegos en nuestro apoyo.”
“Siento entonces una especie de alivio, pues, si es así, no hay por qué temer una percusión de la granada sensible sobre la más ínfima rama del bosque que nos encubre sin protegernos en realidad, pues conozco sus ángulos de elevación para batir cualquier punto de la banda, cuya mayoría entra en la clasificación de los mayores, pronto me disuado de esta creencia porque los golpes secos iniciales de las ráfagas son tres; los nuestros serían cuatro, diferencia que existe, por lo general, en el número de piezas entre las baterías paraguayas y bolivianas”.
“Los artilleros enemigos han acortado su tiro; la parábola de sus proyectiles pasa ahora a unos pocos metros escasos de la copa de los árboles que apenas si se remontan por sobre nuestras cabezas. Yo estoy con el credo en la boca, porque una percusión en el ramaje está dentro de las posibilidades…”
Cañón de acompañamiento de infantería Vickers de 65mm (de los cuales Bolivia había adquirido 30 en 1929 y llegaron en 1932). Estos componían la batería de Soria Galvarro en el relato de Aquiles Vergara Vicuña. Cada batería estaba compuesta de 4 cañones con sus dotaciones respectivas



Cañon de campaña Vickers de 75 mm, que es llamado de artillería montada en el relato perteneciente a la batería Quiroga






Cañon de montaña de 75 mm de la bateria Vaca Roca, según el relato, que no participó por falta de municiones.

Conclusión del duelo de artillería en el Chaco (1935)
“¿Cuánto duró todo aquello desde su preliminar? Quizá si sólo unos pocos minutos; si afirmamos que fueron veinte o treinta estaríamos en lo justo, pero para nuestro espíritu ya maltrecho y fatigado habían cobrado la intensidad de horas.
Cuando el silencio renació sobre la selva en conjunción con las llamaradas ígneas del sol en su cenit, trabajamos par salir al camino, cosa que resultaba ahora sencillísima. Volvimos todos, uno a uno, al sitio trágico y ruidoso de momentos anteriores.
El cirujano del Grupo My Villafani, constataba la muerte del malogrado comandante de la batería, agresora y agredida a su turno; el sanitario hacía una curación de emergencia a los tres heridos, dos de ellos en gravísimo estado; mi asistente Quispe, que moriría esa noche, y un cabo, aquel de la pierna mutilada que había seguido andando, pues el hueso quedó indemne.”
(Fuente: Aquiles Vergara Vicuña)


Cementerio General en Santiago de Chile – Plaza La Paz – lugar donde descansan los restos mortales del Subteniente Francisco Ortega Beiza, caído el día 19 de Agosto de 1934 durante el conflicto del Chaco

1 comentario:

  1. la uimagen etiquetada como "Batería paraguaya con cañones de 105mm en transporte hacia el frente (Fuente: Memorias de la Guerra del Chaco gpo facebook)" muestra un cañon de campaña Vickers Mk.B de 105mm capturado en Campo Via siendo transportado a Isla Po'i. Etas piezas no pudieron ser puestas en servicio por haber sido destruido sus mecanismos de pinteria y dañados los de cierre y disparo.

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